Madre suya y madre nuestra

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El padre Antonin Lhoumeau fue superior general de los monfortianos de 1903 a 1919 y su obra cumbre fue el libro “La Vida Espiritual en la escuela de San Luis María Grignion de Montfort”. Él se pregunta: ¿Hacia dónde tiende esta devoción de Esclavitud total a Jesús por María? ¿Cuál es el objetivo? «A la formación de Cristo en nosotros», responde.

¿Cuál es el medio? «el medio para llegar a esta unión [con Cristo], es vivir y obrar en unión con María, o sea “por Ella, con Ella, en Ella y para Ella, a fin de mejor hacerlo por Cristo, con Cristo, en Cristo y para Cristo”.» Y para que quede más claro, lo repite: ¿Cuál es el fin? «Vivir en una perfecta dependencia de Cristo para hacerlo vivir en nosotros, tal es el fin de nuestra Devoción. El medio elegido para es­tablecerse en esta dependencia y formar a Jesús en nosotros, es María.»

A ello se refieren nuestros directorios cuando dicen que (DEsp. 8): «nuestra espiritualidad debe estar profundamente marcada por todos los aspectos del misterio de la Encarnación…» Y justamente, el fin de esta devoción «es el mismo de la Encarnación – dice Lhoumeau-: unirnos a Cristo y por Él a Dios. Su medio no es otro que el de la Encarnación; es decir, María de quien nació Jesús y quien lo engendra espiritualmente en nuestras almas. Su práctica, es la donación perfecta de nosotros mis­mos al servicio del Señor, base y resumen de todos nuestros deberes religiosos.» “En todo amar y servir” diría San Ignacio.

Por eso, se puede entender mejor cuando decimos que «María nos engendra en Cristo, porque Ella ha querido ser la Madre de Aquel que es el principio de nuestra vida sobrenatural; y Ella engendra a Cristo en nosotros, en el sentido que por Ella se nos aplican los frutos de la Redención.»

María nos engendra en Cristo: es nuestra madre

María no ha sido constituida nuestra Madre solamente para ha­cernos nacer a la vida de la gracia, sino también para hacernos crecer en ella hasta su desarrollo pleno. ¿Acaso, después del alumbramiento, todo lo que sirve para criar al niño, no forma parte de las funciones de la maternidad? Cuántas veces el Santo de Montfort nos dice que Jesús nace en nosotros; que se forma y crece en nosotros por María, hasta alcanzar esta perfección que llamamos la plenitud de la edad de Cristo: “María ha recibido de Dios un dominio particular sobre las almas para alimentarlas y hacerlas crecer en Dios”. (Secreto n° 14).

Engendra a Cristo en nosotros: todas las gracias nos vienen por María

«Todas mis oraciones, aunque no diga con la boca ni con el corazón por Jesucristo nuestro Señor, pasan por Él, mediador universal, principal y necesario; así, aunque no invoque explícitamente a María, toda gracia que obtengo, me viene por esta mediadora secundaria, pero universal».

¿Por qué? Desde la Encarnación, María ha adquirido una suerte de jurisdicción sobre toda misión temporal del Espíritu Santo -por ser su esposa-; de manera que ninguna criatura recibe gracia alguna si no es a través de las manos de la Vir­gen Madre.

He aquí entonces, cómo, en calidad de Esposa del Espíritu Santo, al mismo tiempo que de Madre de Cristo, la Santísima Virgen posee la universal administración de las gracias. Es a la luz de estas bellas verdades que San Luis María Grignion de Montfort, después de ha­ber invocado a María como tesorera de las gracias del Señor, dice al final de la oración con que concluye la Pequeña Corona:«… hasta que por el Espíritu Santo, vuestro fidelísimo Esposo, y por Vos, su fide­lísima Esposa, Jesucristo sea formado en mí, para gloria del Padre”.

San Bernardino de Siena dice: “Todos los dones, vir­tudes y gracias de este mismo Espíritu Santo, son distribuidos por las manos de María a quien Ella quiere, cuando Ella quiere, de la manera y en la medida en que Ella quiere”.

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Pidamos a Nuestro Buen Jesús unirnos a Él por el mismo camino que Él ha elegido para venir a nosotros: por María, con María y en María.

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