Entramos en estas fechas y la casa se llena: visitas, niños, brazos que se turnan para cargarlos. En mi caso, gracias a Dios, este año mis hermanas han tenido bebés, y ahí están los abuelos por ambos lados, los cariñitos, el ruido bueno de familia. La familia crece y es una bendición. Ojalá muchas familias tengan esa gracia.
Pero tú lo sabes: en estas fechas el demonio “saca la cola”, porque sabe que Jesús quiere estar más presente que nunca en la familia. Y entonces aparecen peleas por tonterías, malos entendidos, susceptibilidades… miedo a entregarse, miedo al sacrificio, miedo a amar de verdad.
Por eso, les dejo tres formas concretas de amar en Navidad sin temer:
1) Detente (oración)
Hay tantas cosas que hacer: compras, cocina, visitas, horarios, niños… Pero el primer regalo para tu familia es que tú te tomes un rato para Dios.
Detente: silencio, oración, respirar. Pregúntate: ¿para qué hacemos todo esto? Las luces, el nacimiento, la casa linda… no es para aplausos ni para “ganar un concurso”. Adornamos porque Cristo se encarnó: Dios se metió en lo humano, en lo sensible, para elevarnos a lo invisible.
Detente también para mirar tu corazón: ¿qué hay que sanar?, ¿qué hay que ordenar? Eso lo da la oración: te devuelve fuerza, valor y amor.
2) Comprende (misericordia)
En tu casa hay personas que sienten distinto, reaccionan distinto, piensan distinto. Y en Navidad eso se nota más.
Piensa en el Evangelio: María visita a Isabel (cf. Lc 1,39-45); Zacarías está mudo por falta de fe (cf. Lc 1,20); José está en silencio pero sosteniendo todo con fidelidad. Y también están las “Martas” buenas, con la receta perfecta y la casa perfecta (cf. Lc 10,38-42).
Comprender es misericordia: mirar al otro con paciencia, con respeto, con corazón. Y acuérdate de esto, que ayuda muchísimo: nadie es malo porque quiere. Si alguien hiere, normalmente es porque también está herido.
Dios te mira así a ti —y te entiende más de lo que tú te entiendes—: sabe por qué uno se pone irritable, por qué grita, por qué se defiende. Por eso comprende: baja las defensas, no vivas a la defensiva; aprende a mirar con misericordia.
3) Sirve (caridad)
Que tu Navidad no sea pura emoción o puro “ambiente”: que sea caridad concreta en la atención a los demás.
Visita, ayuda, llama, acompaña. Haz un gesto real con esa persona difícil, con esa familiar que parece “estéril”, que parece que no da fruto, que incomoda. Ahí se prueba el amor.
San Pablo lo dice directo: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Rm 12,21). Y San Juan de la Cruz lo pone precioso y práctico: “Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor.”
Entonces, hoy: detente (oración), comprende (misericordia), sirve (caridad). Y vas a ver cómo baja el temor y crece el amor.
Así, de verdad, Emmanuel —Dios con nosotros— va a estar en tu casa… a través tuyo.
Que María nos preste su corazón para tener estas tres actitudes para dar amor sin temor: sin temor a pausar, sin temor a perdonar y sin temor a actuar.
Ave María Purísima.
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