¡Feliz Epifanía del Señor!

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Si el día de Navidad hemos celebrado a Jesucristo en su pequeña humanidad de recién nacido, en Epifanía celebramos la realeza de su divinidad. Porque “epifanía” significa “manifestación”, y lo que en este caso se manifiesta es que Jesucristo es Dios.

De hecho, no es la visita de los Reyes Magos la única “epifanía”, ya que la liturgia menciona otras dos que celebraremos también a lo largo del año. Por un lado, la autorrevelación de Cristo en las Bodas de Caná, señalando el primero de sus milagros; y por otro, el Bautismo de Jesús en el Jordán, cuando el mismo Dios lo llama “Hijo muy amado” en el inicio de su vida pública.

Así dice la antífona del Cántico Evangélico de Vísperas: “Veneramos este día santo, honrado con tres prodigios: hoy la estrella condujo a los magos al pesebre; hoy el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos. Aleluya.”

En estas tres oportunidades se pone de manifiesto que Cristo es la Luz del Mundo, pero hoy de manera especial se celebra que Cristo ha llamado a los no judíos a seguirlo, representados en los 3 Sabios de Oriente o “Reyes Magos”. “Mago” es una palabra persa y se refiere a aquellos seguidores de Zoroastro encargados de reformar Irán y que -como todas las personas cultas de la época- se ocupaban de los astros sin ser astrólogos ni hechiceros. De hecho, combatían a los nigromantes ya que era condenados por el “Avesta”. Esto explica que su visita a Belén era fruto de sus estudios en las constelaciones y profecías antiguas, corroborados por una “manifestación divina”: la estrella.

Debemos ser “epifanías” de lo divino para el mundo que no conoce a Cristo. No solamente por el propio testimonio de una vida coherente con la fe, ya que nosotros lo hemos encontrado (“y por eso lo buscamos”, diría San Agustín). Sino que debemos manifestar que la “cultura católica” no solamente se refiere a “creencias espirituales”, sino que se trata de una forma de entender la realidad también bajo la luz de la razón; y bajo estos dos aspectos (fe y razón), los católicos debemos juzgar todas las cosas (es lo que tratamos de hacer aquí).

Seamos manifestaciones vivientes de que Cristo es Dios, tanto en lo espiritual como en lo cultural, por medio de la fe y la razón. La Virgen nos conceda esta gracia.

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