Me pides lo que no tengo

Tiempo de lectura: 2 min.

“Y fue a buscar fruto en ella, y no lo halló.” (Lc 13, 6)

“No lo halló”, no porque haya ido demasiado temprano a buscarlo, sino porque la higuera no había aprovechado los nutrientes que la tierra le ofrecía y por lo tanto no había dado su fruto. Así lo hace Dios con nosotros, cuando nos pide el fruto que espera que tengamos luego de tantos años de gracias y cuidados pero que, sin embargo, no lo tenemos.

¿De qué fruto estamos hablando? Este fruto puede entenderse como una consecuencia de haber sido fiel a lo poco, a las gracias actuales que Dios nos fue dando a lo largo de nuestra vida… gracias que nos preparaban para recibir gracias aún mayores y así poder responder con gran fidelidad en las cruces que Dios había previsto para nuestra santificación.

Comenta el Cardenal Gomá: “El señor de la viña sabía que no hallaría fruto en la higuera, y aun así fue a buscarlo”. No es injusto pidiéndonos ese fruto, puesto que con justicia nos ha dado la gracia suficiente para que lo tengamos. Los injustos hemos sido nosotros, que no hemos aprovechado todos los bienes espirituales y materiales que Dios nos regaló sin merecerlos.

¿Para qué ha de ocupar aún la tierra? (Lc 13,7)

Cada uno de nosotros, dice San Gregorio, según su manera de ser, en cuanto ocupa un lugar en esta vida, si no trabaja haciendo frutos de buenas obras, es como la higuera infructuosa, que inútilmente ocupa la tierra; porque en el lugar que cada uno ocupa, impide las buenas obras que harían los demás si lo ocupasen.

La pregunta obvia es: ¿Cuánto fruto habrían dado tal o cual persona virtuosa si hubiese tenido las mismas oportunidades que tuve yo? Nosotros mismos, ¿cuánto más amor a Dios podríamos tener, de haber sido fieles a los pedidos de amor que nos sugirió, a las gracias que nos regaló?

Déjala aún este año, hasta que cave alrededor de ella… (Lc 13,8)

Comenta el Cardenal Gomá: “Es el mismo Jesús el que intercede por nosotros ante el Padre, para que no seamos prematuramente condenados; son nuestros superiores, que cuidan de nosotros con caridad paternal. «Hasta que cave alrededor de ella», haciendo que ahonde en la consideración de su pequeñez, a fin de que conozca la enormidad del crimen contra su Autor cometido: «Y le echaré estiércol», haciendo que sus mismos pecados, dice San Gregorio, verdadero estiércol de la vida, sean el estímulo que le ayude a salir de su miseria; porque a veces la deformidad de la culpa, el mal olor de la vida pésima, son causa bastante para que las almas que no han perdido el sentido moral vuelvan a Dios.”

Por eso, no dejemos pasar más tiempo para trabajar diariamente en nuestra fidelidad amorosa a Dios. Porque como dice san Basilio: “Los frutos son para los que han trabajado; las recompensas y las coronas para los que han vencido”, “actualmente es, para nosotros, el tiempo de la penitencia, más tarde será el de la recompensa”.

Pidamos a la Santísima Virgen su ayuda para esforzarnos en ser fieles a las gracias que Dios nos da cada día, aprovechar sus gracias -incluso aprovechar nuestras caídas- para convertirnos y no retrasar el fruto de fidelidad que el Buen Jesús espera de nosotros.

Deja un comentarioCancelar respuesta

%%footer%%