Jesucristo nos está dando indicaciones básicas para obrar como un cristiano íntegro, siempre pidiéndonos más y más caridad. Eso es la santidad, tener una caridad cada vez más perfecta, más pura.
Primero, antes de ayer nos ha dicho en el evangelio que no nos venguemos, es decir, que no respondamos mal con mal. Ayer nos dijo que no nos contentemos con eso, con no responder mal, sino que respondamos bien a quien nos desea el mal. Finalmente, hoy nos dice que esa respuesta buena y, en general, las obras buenas que hagamos, deben ser hechas con recta intención, es decir, con la intención de agradar a Dios, no a los hombres.
Cristo nos pide siempre una caridad más intensa y pura. Siempre hay que aclarar que la caridad no se refiere a la limosna o a las obras de misericordia con el pobre. Eso es tan solo una muestra pequeña de la caridad, pero que la teología de la liberación se ha encargado de ensalzar indebidamente.
Claro que hay que preocuparse por los pobres, incluso de manera privilegiada. Pero la mala teología, ha puesto primero a los hombres y después a Dios. Por eso, siempre hablan del pobre y del pueblo, de la justicia social con los más necesitados, pero ahí queda el mensaje. No se eleva. Esta es la misma “caridad” que podría tener una ONG… y la iglesia no es una ONG. Esta no es la caridad evangélica que promueve la iglesia, ni el evangelio, ni la teología, ni el sentido común.
La caridad que Cristo nos exige es la caridad teologal, que viene de Dios y pone primero el amor a Dios porque es Dios y luego, por Dios, el amor al prójimo. Es decir, antes que la justicia con el pueblo, es la justicia con Dios. Darle lo que él pide, y siempre pedirá algo que beneficiará a todo el pueblo de Dios.
Entonces, tener una caridad cada vez más pura quiere decir que cada vez debe estar más dirigida a Dios sin desviarse a las cosas de la tierra, en este caso, al que dirán los demás buscando vanagloriarse.
Es decir, las cosas que sabemos que Dios nos está pidiendo y que debemos cumplirlas con él, debemos hacerlas con una intención orientada a él y para él, no para los hombres. A esto se refiere tener “rectitud de intención”. En palabras de Cristo: “Cuidad de no practicar vuestra justicia…”, es decir, aquello que Dios te pide que le des, sea limosna, oración o ayuno, debes hacerlo dirigiendo tu intención a Él. No te debe importar los hombres, solamente Dios.
No dice que no hagamos las cosas buenas en público, sino que las hagamos, sí. Que las hagamos sin vergüenza, pero que las hagamos por Dios. Cuando se refiere al “secreto de tu habitación” o que “no sepa tu mano izquierda”, se refiere a la intención con la que las haces, no que las hagas en privado y que nadie sepa.
Que podamos siempre dar a Dios lo que le corresponde, sin importarnos el qué dirán. Hacerlo por puro amor a Dios, así amaremos con un amor sincero al prójimo y al más necesitado.