Santa Teresita: Jesús puede hacer lo que nunca hizo

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Homilía predicada el 18/09/20 a las hermanas Servidoras en Roma.

El P. Jacinto Loyson era uno de los mejores predicadores de la Orden de los Carmelitas Descalzos a mediados de 1800. Muy reconocido a nivel mundial, fue predicador en la catedral de Notre-Dame y en la iglesia de San Luis de los Franceses, aquí en Roma. Hasta que un día, luego del Concilio Vaticano primero, no aceptó el dogma de la infalibilidad papal, haciendo público su rechazo. A lo cual, el papa respondió haciendo pública su excomunión. Ya fuera de la iglesia, el ex sacerdote, se hizo de la secta de los viejo católicos y contrajo matrimonio con una de las mujeres que lo seguían durante sus predicaciones. Luego funda la iglesia galicana y más adelante comenzó a predicar una especie de universalismo cristiano en consonancia con el islam y el judaísmo.

Otra carmelita, Teresa del Niño Jesús, se entera de este caso y escribe a su hermana Celina en julio de 1891 (a los 18 años), haciéndole preguntas que también nos servirán a nosotros[1]:

Parece que (el padre Loyson) tiene idea de recorrer (predicando) así, toda Francia… Celina… Además, dicen también que es fácil observar que los remordimientos lo roen por dentro: recorre las iglesias con un gran crucifijo y parece hacer grandes gestos de adoración… Su mujer le sigue a todas partes.

Celina querida, él es muy culpable, más culpable tal vez de lo que lo ha sido nunca un pecador que se haya convertido; ¿pero no puede hacer Jesús por una vez lo que todavía no ha hecho nunca? Y si no desease hacerlo, ¿habría puesto en el corazón de sus pobres esposas un deseo que no pudiese convertir en realidad…?

¡Qué gran confianza en su Esposo! Y si esta era la confianza de Teresita, ¿cuánta habrá sido la de las mujeres que siguieron a Jesús hasta la cruz y el sepulcro? ¿Y cuánta mayor pudo haber sido la confianza de María ya sea en la alegría de Caná o en los dolores del Gólgota?

¡Qué ejemplo el de estas mujeres! Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos (Cfr. 1 Cor 15, 12-20)  y fueron las mujeres quienes tuvieron la gracia de confiar en esto, justamente por no haberlo abandonado durante la Pasión. Es un ejemplo que todos debemos imitar. Imitar ¿pero, cómo? Responde Santa Teresita[2]:

No nos cansemos de orar. La confianza hace milagros, y Jesús dijo a la beata Margarita María: «Un alma justa tiene tanto poder sobre mi corazón, que puede alcanzar de él el perdón para mil criminales». Nadie sabe si es justo o pecador. Pero, Celina, a nosotras Jesús nos concede la gracia de sentir en lo hondo del corazón que preferiríamos morir antes que ofenderle. Y además, no son nuestros méritos, sino los de nuestro Esposo, que son nuestros, los que ofrecemos a nuestro Padre del cielo, para que nuestro hermano, un hijo de la Santísima Virgen, vuelva, vencido, a arrojarse bajo el manto de la más misericordiosa de todas las madres…

Que también ustedes puedan ser de esta clase de mujeres, de esta clase de Esposas de Cristo, que nunca se cansan de orar y que confían no en sí mismas, sino en los méritos de su Esposo para salvar almas.  Díganle como en el salmo que cantamos: “Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.” (Salmo 17)

Recuerden que, una de las mejores maneras que tienen ustedes para evangelizar a sus sacerdotes es el ejemplo. Que con su oración y confianza en Dios puedan ser también (apostolorum apostolae). «Del mismo modo que una mujer había anunciado al primer hombre palabras de muerte, así también una mujer fue la primera en anunciar a los Apóstoles palabras de vida» (Super Ioannem, ed. Cai, 2519).”[3]

 

[1] Carta 129, a Celina. https://lostresdoctores.com/docs/2C1.%20Teresa%20Lisieux_OC_cartas.pdf

[2] Ibid.

[3] http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2007/documents/hf_ben-xvi_aud_20070214.html

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