Teología

Perfección de la maternidad espiritual de María

Tiempo de lectura: 6 min. «Después de haberlos dado al mundo, las madres terrestres nutren a sus hijos, los educan, velan por sus necesidades materiales y morales. Sin embargo, estos solícitos cuidados no se los prodigan más que durante algunos años. Llega una hora en que ven a sus hijos alejarse de ellas para inaugurar una existencia independiente. No acontece lo mismo en las relaciones con nuestra Madre celestial. Durante toda nuestra vida será menester que ella intervenga en nuestras necesidades espirituales. Durante todo el tiempo que estemos sobre la tierra somos, con respecto a ella, como niños pequeñitos, que tienen necesidad de su madre para el menor movimiento. Pues sin la gracia no podemos hacer nada sobrenatural, y toda gracia nos viene de nuestra Madre celestial. Como San Pablo, pero con mucha más razón y verdad, nos puede decir: «¡Hijitos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros!» (Gál 4,19).»

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Beato María Eugenio del Niño Jesús: Oración, fe y aridez espiritual

Tiempo de lectura: 5 min. «La oración, considerada en la parte de actividad que a ella aporta el alma, no será otra cosa que la fe amorosa que busca a Dios, y puede considerársela como una sucesión de actos de fe. En consecuencia, si, en la sequedad e impotencia, el alma se ejercita, fielmente en actos de fe y amor, puede creer que hace buena oración, incluso si no llega a experimentar sus efectos.»

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Rom 8,28: “todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios” (Santo Tomás de Aquino)

Tiempo de lectura: 4 min. 695. Habiendo demostrado que el Espíritu Santo nos ayuda en las debilidades de la vida presente en cuanto a la realización de nuestros deseos, el Apóstol muestra ahora cómo nos ayuda en relación con los acontecimientos externos dirigiéndolos a nuestro bien. Hay dos cosas a considerar. Primero, la grandeza del beneficio que nos confiere el

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¡Sobreabunda la gracia!

Tiempo de lectura: 2 min. Uno se basa en el efecto de la gracia. Porque así como la enormidad de una enfermedad no se cura sino con una medicina fuerte y eficaz, también se requirió de una gracia abundante para curar la abundancia de los pecados: muchos pecados le son perdonados, porque ha amado mucho (Lucas 7,47).

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