Perfección de la maternidad espiritual de María
Tiempo de lectura: 6 min. «Después de haberlos dado al mundo, las madres terrestres nutren a sus hijos, los educan, velan por sus necesidades materiales y morales. Sin embargo, estos solícitos cuidados no se los prodigan más que durante algunos años. Llega una hora en que ven a sus hijos alejarse de ellas para inaugurar una existencia independiente. No acontece lo mismo en las relaciones con nuestra Madre celestial. Durante toda nuestra vida será menester que ella intervenga en nuestras necesidades espirituales. Durante todo el tiempo que estemos sobre la tierra somos, con respecto a ella, como niños pequeñitos, que tienen necesidad de su madre para el menor movimiento. Pues sin la gracia no podemos hacer nada sobrenatural, y toda gracia nos viene de nuestra Madre celestial. Como San Pablo, pero con mucha más razón y verdad, nos puede decir: «¡Hijitos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros!» (Gál 4,19).»
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