La vida es para darla: San Juan Pablo II y la vocación

En una frase, la idea es esta: la vida es para darla. Es un axioma, una verdad absoluta. La vida no es para retenerla; incluso, en lo biológico queremos ser padres; y espiritualmente, la vida se dispone para la entrega.

Idea central: la vida se da porque amar es dar

Ahora bien, para que uno tenga la conciencia de que vale la pena la propia vida y que es valiosa —y, por tanto, es bueno darla—, ayuda recordar algo muy simple: amar es dar un bien al otro. Si tu vida es un bien y se la das a otro, lo estás amando. La vida es para darla porque la vida es para amar. Conviene darle vueltas, una y otra vez: puedo darla; vale la pena; puedo amar. De lo contrario, somos infelices: si no damos la vida, es porque pensamos que no vale la pena, o porque no amamos; y si no amamos, somos infelices (cf. Redemptor hominis 10).

Fundamento bíblico: decidir la entrega

Además, una mención breve a las lecturas:

  • Rom 6,12-13: «No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal… no ofrezcáis vuestros miembros al pecado como armas de iniquidad; antes bien, ofreceos a Dios… y vuestros miembros como armas de justicia para Dios». Aquí se traza una decisión: o te entregas como esclavo al pecado, o como esclavo de amor a Dios. Y esto hay que trabajarlo en la oración.
  • Sal 124(123),7: «Nuestra vida escapó como un pájaro del lazo del cazador; el lazo se rompió y quedamos libres». La vida queda libre en tus manos para darse, salvo que sigas enredado en el pecado. Siempre habrá luchas más intensas, sí, pero para eso es la gracia.
  • Lc 12,48: «A todo aquel a quien se le dio mucho, mucho se le exigirá; y al que se le confió mucho, más se le pedirá». Esto nos coloca como futuros pastores y padres: Dios te dio mucho —misericordia, amor, vida, este lugar— y te pedirá tu vida. ¿Estás esclavo… o entregándote?

Libertad de “príncipes” y madurez afectiva (San Juan Pablo II)

Por eso hace falta una libertad de príncipes —lo que llamamos una aristocracia de la libertad:

  • Nobleza de corazón: pureza de intención.
  • Seguridad en el obrar: guiados por principios, no por pasiones.
  • Gobierno de sí: ser señor de sí, no esclavo.

Esta es la idea que también repetía el P. Buela: formar “príncipes” —con nobleza, intención recta y gobierno virtuoso—. Cristo es el ejemplo.

Además, San Juan Pablo II lo dice con claridad:

  • Sin amor no hay sentido: «El hombre no puede vivir sin amor. Permanece para sí mismo un ser incomprensible… si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio. Por esto, Cristo revela plenamente el hombre al mismo hombre» (Redemptor hominis 10). Nadie da lo que no tiene: si no me poseo en la verdad del amor, no puedo darme.
  • Madurez afectiva: «La madurez afectiva supone la conciencia de que el amor ocupa un lugar central en la existencia humana… Se trata de un amor que compromete a toda la persona —corporal, psíquica y espiritual— y que se expresa mediante el significado esponsal del cuerpo, por el cual una persona se entrega y acoge… La educación sexual bien entendida tiende a la realización de esta verdad» (Pastores dabo vobis 44).
  • Contexto y urgencia: «Existe una situación social y cultural difundida que banaliza en gran parte la sexualidad… la interpreta de modo reductivo y empobrecido, vinculándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta… En tal contexto es más difícil, pero también más urgente una educación verdaderamente personal, que favorezca la castidad…» (Pastores dabo vobis 44).
  • Libertad verdadera: la madurez humana, y en particular la afectiva, exige una formación clara y sólida para una libertad que se presenta como obediencia convencida y cordial a la verdad del propio ser y al don sincero de sí como camino de realización personal; la libertad pide ser dueños de sí, capaces de decidir, combatir y superar el egoísmo y el individualismo (Pastores dabo vobis 44).

Entrenamiento cotidiano

Finalmente, cuando nos encerramos en nosotros —insensibles a los demás, preocupados solo por nuestro bienestar— herimos la vocación y la fidelidad, sobre todo en lo difícil. En este proceso hacia una madurez libre y responsable, la vida comunitaria del seminario ayuda mucho (PDV 44). Entrenémonos cada día: que no pase un día sin sufrir por darse, sin un pequeño sacrificio. Si no nos damos, en el fondo estamos tristes. Cristo es la medida; pidamos a María esta gracia.

Referencias: Rom 6,12-13; Sal 124(123),7; Lc 12,48; San Juan Pablo II, Redemptor hominis 10; Pastores dabo vobis 44.


Descubre más desde Morder la realidad

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Descubre más desde Morder la realidad

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo