Por Brendan Towell [Los títulos son nuestros]
Fuente: https://infocatolica.com/?t=opinion&cod=52425 (19/mayo)
[Me pareció importante este artículo, porque manifiesta la continuidad de pensamiento de Prevost y su desarrollo posterior. Al menos eso se ha podido ver en las intervenciones, discursos y homilías hasta la fecha. El conocer las raíces de su pensamiento nos hace prepararnos para lo que pueda decir en el futuro. Hemos cambiado algunos títulos para su mejor entendimiento.]
Uno de los referentes clave de su tesis es san Juan Pablo II. El pasaje más extenso citado en todo el trabajo es de un discurso que el Papa polaco pronunció en 1982 ante los agustinos, en la capilla de su Colegio Internacional en Roma. En él les recordaba que su identidad no se basaba solo en la Regla de san Agustín, sino también en la estructura jurídica que la Iglesia les había dado: «Vuestra Orden… tiene a la santa Madre Iglesia como fundadora de su realidad jurídica.»
Para el padre Prevost, esta afirmación no supone una contradicción, sino una integración: el carisma espiritual de san Agustín y la autoridad institucional de la Iglesia no se oponen, sino que juntos definen lo que significa liderar. La exhortación del Papa —«Actuad de manera que lo que la Iglesia es en términos generales… se haga realidad en cada una de vuestras comunidades»— se convierte en una consigna clave. La autoridad, desde esta perspectiva, siempre es eclesial: se recibe, se estructura y se vive para la comunión.
1. Autoridad subordinada a la ley de la gracia
Uno de los momentos más reveladores de la tesis llega al final: «A lo largo de toda la tesis se ha puesto, de manera evidente e intencionada, un énfasis primordial en los aspectos jurídicos del oficio y los deberes del prior.»El padre Prevost no se disculpa por ello. Para él, la ley no es un obstáculo para la vida espiritual, sino uno de los medios por los que esa vida se hace tangible.
«La vida religiosa, al igual que la Iglesia en su conjunto, es una realidad compuesta por elementos visibles y concretos, y también por elementos espirituales y carismáticos. Con frecuencia, es en y a través de lo visible como se hace realidad lo carismático.»
En esta concepción, la ley no limita la gracia: la hace posible en la vida concreta de comunidad.
El núcleo de su tesis es claro: la autoridad en la Iglesia no se ejerce para dominar o controlar, sino para servir y construir comunión. Como escribe:
«El oficio del Prior en la Orden no es un cargo de poder, sino de amor fraterno; no de honor, sino de obligación; no de dominación, sino de servicio.» (Constituciones, 15)
[Homilía de inicio de pontificado (18/05/25): (…) No se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús.]
2. Autoridad limitada por la ley de la iglesia
Cita el canon 618: la autoridad es un «poder… recibido de Dios a través del ministerio de la Iglesia». Es un poder que debe ejercerse con límites claros, guiado por la ley y orientado al bien común.
Este enfoque contrasta con el estilo de su predecesor. Mientras el Papa Francisco promovía una sinodalidad basada en el discernimiento pastoral —a menudo sin estructuras precisas—, la tesis del padre Prevost indica que no ve contradicción entre sinodalidad y estructura. El discernimiento necesita forma. El diálogo requiere reglas. El superior no suspende la ley en nombre de la misericordia: la interpreta y la aplica con justicia y amor.
Escribe:
«El discernimiento de la voluntad de Dios y la recepción de luces como don del Espíritu no están reservados al superior… Es esencial que la búsqueda o el discernimiento de la voluntad de Dios se realice dentro de un contexto de diálogo… El superior y la comunidad a la que sirve deben trabajar juntos para tomar decisiones que reflejen una auténtica colaboración con el plan divino para cada situación.»
[Homilía de inicio de pontificado (18/05/25): (…) Y si la piedra es Cristo, Pedro debe apacentar el rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás, haciéndose dueño de las personas que le han sido confiadas (cf. 1 P 5,3); por el contrario, a él se le pide servir a la fe de sus hermanos, caminando junto con ellos.]
3. El superior obedece a Dios: libertad y ley
Y en otro lugar añade:
«La esencia del oficio del superior es obedecer: obedecer la voluntad de Dios y esforzarse al máximo en conocerla, formularla y concretarla para sus hermanos.»
El padre Prevost muestra claramente que escribía en un momento de cambio en la Iglesia y en la sociedad. Observa cómo el mundo estaba adoptando un “personalismo” creciente, a menudo desconectado de la teología de la obediencia y la ley. Y afirma:
«Libertad y ley no son términos opuestos. Son valores que deben integrarse entre sí.»
En un tiempo marcado por el escepticismo hacia la autoridad —y hacia las figuras que la ejercen— el padre Prevost insiste en que el Evangelio no elimina la autoridad, sino que la instituye:
«La autoridad se pone al servicio del bien de los demás… no porque derive de la comunidad, sino porque se recibe desde lo alto para gobernar y juzgar.»
Este planteamiento refleja una confianza en la iniciativa local —lo que la Iglesia llama subsidiariedad— equilibrada con la responsabilidad del Papa de garantizar la unidad y el cuidado de toda la Iglesia. Ese equilibrio entre atención descentralizada y custodia central parece ser un rasgo central en la eclesiología que desarrolla Prevost
4. Liderazgo basado en paternidad espiritual
Aunque todo este enfoque en el derecho y la estructura pueda parecer frío, el padre Prevost lo enraíza en algo profundamente humano: la relación [humana].
«La autoridad solo tiene sentido si existe una buena relación entre quien la ejerce y quienes forman la comunidad.»
En su visión, la autoridad no se entiende como algo impersonal o distante. Solo puede dar frutos dentro de relaciones reales de confianza, escucha y servicio mutuo.
Por eso, su tesis no es un texto seco de derecho canónico. Está impregnada de sensibilidad pastoral. Repite una y otra vez que el liderazgo debe basarse en el amor, ejercerse con capacidad de escucha y orientarse hacia la unidad.
«Se espera que el superior sea un testigo vivo del amor de Dios ofrecido libre y generosamente a la comunidad.»
Esto no se parece a una buena gestión empresarial, sino más bien a una paternidad espiritual. Para el padre Prevost, liderar es parecerse a Cristo, construir comunidad y fomentar la santidad en la vida diaria. Lo llama “ministerio eclesial”, porque incluso el acto más humilde de liderazgo participa en la misión universal de la Iglesia.
5. La autoridad garantiza la unidad
La visión de la Iglesia que León XIV plasma en su tesis afirma que, a todos los niveles, la Iglesia es más que una organización: es el Cuerpo de Cristo, guiado por el Espíritu Santo y sostenido por estructuras al servicio de la comunión. Su teología enlaza lo local con lo universal, convencido de que la Iglesia solo estará sana si tiene comunidades vivas y si el ministerio petrino garantiza la unidad.
Ahora, como Papa, sus decisiones probablemente no serán órdenes desde arriba, sino frutos de discernimiento en diálogo. Algunos definirán este estilo como “sinodal”, aunque con matices. No será una sinodalidad abierta y sin forma, sino una colaboración ordenada. En la tesis, el superior es “el principio de unidad para la comunidad”: alguien que escucha, sí, pero que también ejerce la autoridad con integridad.
La Iglesia, en esta visión, no es un foro de debate constante, sino un cuerpo vivo unido por una misión, guiado por la Revelación y la gracia.
6. Lo que dice la bibliografía
La bibliografía de la tesis es reveladora. Abunda en fuentes jurídicas, históricas y teológicas, lo que muestra a un autor que piensa desde la tradición pero con vocación de renovación:
- Rigor jurídico: Su uso de los Códigos de 1917 y 1983, comentarios canónicos y trabajos especializados deja claro que para él, la estructura legal de la Iglesia es fundamental.
- Raíces agustinianas: Cita obras sobre la Regla de san Agustín, las Constituciones de la Orden y su historia, lo que demuestra cómo su pensamiento está impregnado del ideal de comunidad fraterna y autoridad como servicio.
- Recepción conciliar: Referencias a documentos del Concilio Vaticano II y a teólogos como Yves Congar muestran un compromiso con una renovación que no rompe con el pasado, sino que lo desarrolla.
- Profundidad histórica: Cita fuentes patrísticas y medievales —como la Patrologia Latina, Suárez o Tierney—, reflejo de una mente que entiende el presente a la luz de la historia de la Iglesia.
Todo ello sugiere a un Papa que es canonista, teólogo, pastor y conocedor de la tradición: un pastor que no gobierna con consignas, sino con estructura y visión.
7. Un Papa para este momento
Hoy muchos católicos se preguntan: ¿aportará este Papa claridad donde reina la confusión? ¿Devolverá la confianza donde se ha perdido? Su tesis no es teórica: responde a estas preguntas. Muestra a un líder que valora el diálogo, pero no el caos; que busca escuchar, pero sin renunciar a la estructura. Un líder con mano firme y corazón formado en la ley, la oración y la vida comunitaria.
Su visión es la de una Iglesia que escucha, un pastor que camina con su pueblo, y un liderazgo que no silencia, sino que integra. Pero no es una sinodalidad desdibujada, sino anclada en la estructura. Su respeto por la vida local no significa desentenderse, sino confiar en la acción del Espíritu en cada comunidad, sin olvidar la misión universal del Papa.
Como escribe en la introducción:
«La lucha por encontrar la mejor manera de vivir la autoridad y la obediencia en la vida religiosa no ha terminado.»
Y bajo León XIV, esa búsqueda podría tomar una forma más clara, jurídica y profundamente eclesial: una forma que ve la ley de la Iglesia como un don, no como un obstáculo.
8. El fraile de blanco
La sotana blanca del papado puede ser nueva, pero el corazón que la lleva es el de siempre: el de un fraile agustino que ha dedicado su vida a servir a Cristo y a la Iglesia. Su tesis lo deja claro: ejercer autoridad no será para él cuestión de ambición, sino de cruz; no será dominio, sino servicio. Y no será improvisado: lo hará con firmeza, claridad y amor.
Esto no es una suposición: es una constatación. Su tesis no cambia lo que esperábamos de él, lo confirma. Estamos ante un Papa que concibe el liderazgo como una gracia ordenada, que valora la ley por su capacidad de generar comunión y que cree en la fuerza del servicio silencioso y fiel.
Quizá eso sea lo que más necesita la Iglesia ahora: no una revolución, sino un regreso a la claridad, a la caridad y a la sabiduría de un fraile que sabe liderar sirviendo.
Brendan Towell
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