por Jaime Gurpegui
Publicado en: https://infovaticana.com/2025/05/19/algunos-vivian-mejor-contra-francisco/ «Algunos vivían mejor contra Francisco» (19/mayo)
Algunos, incluso entre comentaristas de esta web, vivían mejor durante el pontificado de Francisco… Encontraron en aquella etapa una forma de vida espiritual asentada en la denuncia continua, en la crítica legítima —sí— pero ya institucionalizada, en una oposición que se había convertido en identidad. Sólo queja. Ya no hay solución. Nada que hacer.
Porque criticar a Francisco no solo era fácil: era necesario. Cada día ofrecía un motivo nuevo. Cada entrevista improvisada, cada desprecio a los “rigiditos”, cada burla a los fieles sencillos, cada guiño al mundo, cada documento ambiguo, cada castigo a la liturgia tradicional… era una bofetada. El problema no era la crítica. El problema es que algunos se instalaron en esa trinchera y ahora no quieren salir.
La incomodidad de la esperanza
El inicio del pontificado de León XIV ha pillado con el pie cambiado a muchos. Esperaban un desastre, o al menos una continuidad aguada. Pero no: han recibido a un Papa que, por lo que parece, hace gestos de padre, habla de Dios, celebra con piedad, transmite paz… Y eso desconcierta.
Porque lo que está ocurriendo con León XIV no encaja en los esquemas. ¿Cómo puede ser que un agustino, creado cardenal por Francisco, con una biografía eclesial típica de progre, sea un buen Papa? Para admitir eso hace falta decir: «Me equivoqué en mi juicio. Me dejé llevar por prejuicios.»
…Y para eso hace falta una gotita de humildad
El problema es que se podría llegar a pensar que algunos no querían la sanación para la Iglesia. Querían tener razón. Esperaban que todo reventara, para así justificar su enfado, su ruptura, su resignación. Y decir: «Os lo dije».
Ahora, sin embargo, a los que veíamos a Francisco como una tragedia, nos toca algo mucho más incómodo: construir. Servir. Perseverar. Rezar, ayudar, corregir con caridad, obedecer. Porque ahora hay un Papa que necesita tiempo, apoyo, oración.
Algunos esperaban las cenizas. No todos, pero sí algunos, esperaban que todo ardiera. Que el caos final diera paso a la ruptura definitiva. Que la demolición justificara la huida. Porque entre ruinas, todo se entiende. Pero Dios ha querido otra cosa. Ha querido reconstrucción. Ha querido un Papa que está empezando a ser pastor de todos.
Y ahora hay que elegir: seguir atrapados en la profecía, quizá incumplida, del desastre total… o arremangarse y ayudar a edificar.
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