Comentario a la homilía de León XIV: unidad y amor en Cristo, tradición, evangelización.

Los títulos han sido agregados por mí, para mostrar la estructura seguida por el Papa en esta homilía. Comienza hablando de Dios como principio y fin, luego habla de que ha sido elegido para custodiar la revelación (Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio perenne)

No menciona sinodalidad ni una sola vez.

Queridos hermanos cardenales, hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, distinguidas autoridades y miembros del Cuerpo diplomático, hermanos y hermanas:

Este es el fundamento de su homilía: Dios.

1. Dios es el origen y el fin de todo, nunca nos abandona

Los saludo a todos con el corazón lleno de gratitud, al inicio del ministerio que me ha sido confiado. Escribía san Agustín: «Nos has hecho para ti, [Señor,] y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (Confesiones, 1,1.1).

En estos últimos días, hemos vivido un tiempo particularmente intenso. La muerte del Papa Francisco ha llenado de tristeza nuestros corazones y, en esas horas difíciles, nos hemos sentido como esas multitudes que el Evangelio describe «como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36). Precisamente en el día de Pascua recibimos su última bendición y, a la luz de la resurrección, afrontamos ese momento con la certeza de que el Señor nunca abandona a su pueblo, lo reúne cuando está disperso y lo cuida «como un pastor a su rebaño» (Jr 31,10).

2. Custodiar la tradición y afrontar la actualidad

Con este espíritu de fe, el Colegio de los cardenales se reunió para el cónclave; llegando con historias personales y caminos diferentes, hemos puesto en las manos de Dios el deseo de elegir al nuevo sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, un pastor capaz de custodiar el rico patrimonio de la fe cristiana y, al mismo tiempo, de mirar más allá, para saber afrontar los interrogantes, las inquietudes y los desafíos de hoy. Acompañados por sus oraciones, hemos experimentado la obra del Espíritu Santo, que ha sabido armonizar los distintos instrumentos musicales, haciendo vibrar las cuerdas de nuestro corazón en una única melodía.

Comentario: Puede verse una referencia al rápido consenso que se obtuvo en cónclave para poder elegir a uno de ellos. Se supo que obtuvo casi 100 votos, superando los 89 requeridos para ser elegido. Además, habla del “patrimonio de la fe cristiana”, es decir, preservar la tradición cristiana, lo cual está en consonancia directa con lo que dijo a las iglesias orientales el 14 de mayo: “¡Cuánta necesidad tenemos de recuperar el sentido del misterio, tan vivo en sus liturgias, que involucran a la persona humana en su totalidad, cantan la belleza de la salvación y suscitan asombro por la grandeza divina que abraza la pequeñez humana! … Por eso es fundamental custodiar sus tradiciones sin diluirlas, tal vez por practicidad y comodidad, para que no se corrompan por un espíritu consumista y utilitarista.”

3. La tarea de Pedro: unidad y amor

Este es el centro de su homilía.

3.1       Unir a la humanidad en Dios Padre

Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia. Amor y unidad: estas son las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro.

Nos lo narra ese pasaje del Evangelio que nos conduce al lago de Tiberíades, el mismo donde Jesús había comenzado la misión recibida del Padre: «pescar» a la humanidad para salvarla de las aguas del mal y de la muerte. Pasando por la orilla de ese lago, había llamado a Pedro y a los primeros discípulos a ser como Él «pescadores de hombres»; y ahora, después de la resurrección, les corresponde precisamente a ellos llevar adelante esta misión: no dejar de lanzar la red para sumergir la esperanza del Evangelio en las aguas del mundo; navegar en el mar de la vida para que todos puedan reunirse en el abrazo de Dios. Comentario: Debemos cumplir la misión que Cristo nos dio.

3.2      Amor de Pedro: oblación total

Comentario: Esta parte se refiere a su programa de gobierno, aquí marca clarísima distancia de Francisco, por más que lo mencione al final de la homilía.

¿Cómo puede Pedro llevar a cabo esta tarea? El Evangelio nos dice que es posible sólo porque ha experimentado en su propia vida el amor infinito e incondicional de Dios, incluso en la hora del fracaso y la negación. Por eso, cuando es Jesús quien se dirige a Pedro, el Evangelio usa el verbo griego agapao —que se refiere al amor que Dios tiene por nosotros, a su entrega sin reservas ni cálculos—, diferente al verbo usado para la respuesta de Pedro, que en cambio describe el amor de amistad, que intercambiamos entre nosotros.  

Comentario: El verbo que usa Pedro esfileo. En español es clara la diferencia con nuestros dos verbos “amar” y “querer”. Pero aquí se le añade que el amar es propio de Dios y el querer es lo que el hombre puede debido a su pobre corazón. Cristo le pregunta a modo divino la primera vez usando el verbo agapao y Pedro responde usando el verbo fileo. ¿Me amas cómo yo te amo? Señor, tú sabes que te quiero. Cristo estaba metiendo el dedo en la llaga, para que Pedro se dé cuenta de su debilidad frente a lo que Cristo estaba encomendándole. La segunda vez, Cristo también usa el verbo agapao, pero la tercera ya no si lo amaba (agapao), sino si lo quería (fileo). Cambió de verbo y Pedro se dio cuenta, por ello se puso triste. Forzando un poco el verbo “querer”, su respuesta en español podría entenderse como una mezcla de ambos verbos: “Señor, tú sabes mi pobreza. Sabes que quiero amarte.

Cuando Jesús le pregunta a Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,16), indica pues el amor del Padre. Es como si Jesús le dijera: sólo si has conocido y experimentado el amor de Dios, que nunca falla, podrás apacentar a mis corderos; sólo en el amor de Dios Padre podrás amar a tus hermanos «aún más», es decir, hasta ofrecer la vida por ellos.

A Pedro, pues, se le confía la tarea de «amar aún más» y de dar su vida por el rebaño. El ministerio de Pedro está marcado precisamente por este amor oblativo, porque la Iglesia de Roma preside en la caridad y su verdadera autoridad es la caridad de Cristo. No se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús.

Comentario: la caridad empieza por casa, empieza por los más próximos a Pedro, por los hermanos en el episcopado y el sacerdocio, empieza dentro de la curia vaticana y se extiende a las demás comunidades, sin excluir a ninguna. No puede haber un reino de terror dentro de la iglesia con abusos de autoridad por parte de aquellos que los denuncian, no puede ser la iglesia una dictadura del relativismo y manejada con desprecio por el código de derecho canónico. Pedro debe dar la vida por su rebaño y amar más a Dios, vaciándose de sí mismo.

Él —afirma el mismo apóstol Pedro— «es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular» (Hch 4,11). Y si la piedra es Cristo, Pedro debe apacentar el rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás, haciéndose dueño de las personas que le han sido confiadas (cf. 1 P 5,3); por el contrario, a él se le pide servir a la fe de sus hermanos, caminando junto con ellos.

Comentario: No debe ser un líder autocrático, que someta a los demás. El sucesor de Pedro tiene el poder supremo en la Iglesia, pero no el poder absoluto. Pedro está por debajo de Cristo y su Evangelio, y debe dejarse aconsejar por los demás. Como Pablo lo hizo con Pedro.

4. Unidad en Cristo para lograr la paz: comenzando al interior de la iglesia

Todos, en efecto, hemos sido constituidos «piedras vivas» (1 P 2,5), llamados con nuestro Bautismo a construir el edificio de Dios en la comunión fraterna, en la armonía del Espíritu, en la convivencia de las diferencias. Como afirma san Agustín: «Todos los que viven en concordia con los hermanos y aman a sus prójimos son los que componen la Iglesia» (Sermón 359,9).

Comentario: Concordia según Santo Tomás de Aquino (II-II, 29,1): “De ahí que la concordia entraña la unión de tendencias afectivas de diferentes personas, mientras que la paz, además de esa unión, implica la unión de apetitos en un mismo apetente.” Es decir, para que haya paz verdadera, además de comunión fraterna debe haber orden en el interior de cada persona. Pedro debe ayudar a dar ese orden moral mediante la verdad, fundamento de la caridad.

Hermanos y hermanas, quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado. En nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres. Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad.

Comentario: Termina la homilía de manera magistral. Recuerda mucho las palabras que Juan Pablo II pronunció, gritando, en Chile en 1987[1]: “ No tengáis miedo de mirarlo a El! Mirad al Señor: ¿Qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un Profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡Mucho más que un reformador, mucho más! Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en El el rostro mismo de Dios. Jesús es la Palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir nuestra existencia de cada uno. (…)  ¡Buscad a Cristo! ¡Mirad a Cristo! ¡Vivid en Cristo! (…) No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz y en la justicia, en la verdad y en la libertad, si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora»”

Nosotros queremos decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela! Escuchen su propuesta de amor para formar su única familia: en el único Cristo somos uno. Es el lema episcopal, tomado de San Agustín. Somos uno en Aquél que es uno. Unidad en Cristo, no “sinodalidad en la escucha”.

Comentario: San Agustín, Exposición del Salmo 185: “…son muchos hombres y un hombre solo; muchos cristianos y un solo Cristo. Estos cristianos, con su Cabeza, que subió al cielo, son un solo Cristo; no es El uno y nosotros muchos, sino que, siendo nosotros muchos en Aquel uno, somos uno. [sed et nos multi in illo uno unum]. Luego Cristo es uno, Cabeza y Cuerpo. ¿Cuál es su Cuerpo? Su Iglesia, conforme dice el Apóstol: Somos miembros de su Cuerpo3; y: Vosotros sois Cuerpo de Cristo y miembros4.” 

Y esta es la vía que hemos de recorrer juntos, unidos entre nosotros, pero también con las Iglesias cristianas hermanas, con quienes transitan otros caminos religiosos, con aquellos que cultivan la inquietud de la búsqueda de Dios, con todas las mujeres y los hombres de buena voluntad, para construir un mundo nuevo donde reine la paz. Comentario: Anunciar el evangelio a aquellos que no son católicos o ni siquiera cristianos.

Este es el espíritu misionero que debe animarnos, sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo; estamos llamados a ofrecer el amor de Dios a todos, para que se realice esa unidad que no anula las diferencias, sino que valora la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo.

Hermanos, hermanas, ¡esta es la hora del amor! La caridad de Dios, que nos hace hermanos entre nosotros, es el corazón del Evangelio. Con mi predecesor León XIII, hoy podemos preguntarnos: si esta caridad prevaleciera en el mundo, «¿no parece que acabaría por extinguirse bien pronto toda lucha allí donde ella entrara en vigor en la sociedad civil?» (Carta enc. Rerum novarum, 20).

Con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, construyamos una Iglesia fundada en el amor de Dios y signo de unidad, una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja cuestionar por la historia, y que se convierte en fermento de concordia para la humanidad.

Juntos, como un solo pueblo, todos como hermanos [fratelli tutti], caminemos hacia Dios y amémonos los unos a los otros.

León XIV, Papa

18 de mayo de 2025

Conclusión: Dios, tradición, evangelización, unidad y amor en Cristo.


[1] https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/1987/april/documents/hf_jp-ii_spe_19870402_giovani-santiago.html


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