Homilía para religiosos en misión popular
Podemos hacer una misión espectacular… y al final dejar a la gente enganchada a las redes, a los misioneros, al “programa”… pero no a la Eucaristía. Si no termina ahí, es publicidad para la parroquia, pero no misión eclesial que lleva a la Comunión.
El capítulo 4 de Ecclesia de Eucharistia va justamente a eso: la Eucaristía como misterio de comunión. Y “comunión” no es una palabrita blanda: es la Iglesia militante unida a la Trinidad y unida entre sí mientras camina al cielo. La encíclica propone tres ideas muy concretas: deseo constante de la Eucaristía, el tipo de comunión previo y la centralidad de la Misa dominical.
1) Deseo constante de la Eucaristía
Juan Pablo II cita a un autor bizantino dice que el misterio de la comunión es tan perfecto que conduce a la cúspide de todos los bienes y que en la Eucaristía culmina todo deseo humano (cf. EE 34). Por eso escribe que es “conveniente cultivar en el ánimo el deseo constante del sacramento eucarístico”.
Traducido a misión:
– Cuando hablamos con la gente, ¿cuánto hablamos de la Eucaristía?
– ¿Los llevamos a desear comulgar?
– Y si no pueden comulgar, ¿les enseñamos la comunión espiritual, o nos quedamos en un “Dios te ama” genérico?
Primer punto práctico: despertar deseo.
Que la gente entienda que sus deseos de paz, de perdón, de sentido… culminan aquí, en este Sacramento.
Y si hoy no pueden comulgar, enseñarles a decir: “Señor, no puedo recibirte sacramentalmente, pero ven al menos espiritualmente a mi corazón”.
2) Comunión previa: invisible, visible y sacramental
El Papa habla de dos comuniones que son previas a la Eucaristía:
- Comunión invisible:
– comunión en Cristo y en el Espíritu Santo que nos une al Padre;
– por la caridad, también nos une entre nosotros.
Eso no se ve, pero es real. - Comunión visible:
– en la doctrina apostólica (creer lo que la Iglesia cree),
– en los sacramentos (los mismos signos, la misma fe),
– y en la jerarquía (Papa, obispo, párroco…).
Sin esta comunión previa, la Eucaristía queda como un gesto vacío: si vengo a Misa pero no acepto la fe de la Iglesia, o rechazo al Papa, o desprecio al obispo o al párroco, no estoy en comunión real. Y si vengo a Misa peleado con alguien y sin voluntad de arreglarlo, no hay comunión verdadera.
Aquí entra algo muy concreto que el Papa recuerda (cf. EE 36):
para estar en comunión con Dios en caridad, si uno tiene pecado mortal, tiene obligación de confesarse antes de comulgar.
– La confesión frecuente de pecados veniales es muy buena, si hay propósito de enmienda.
– Pero hay que explicar bien que los pecados veniales también se borran con la comunión bien hecha, la Palabra de Dios, la penitencia, la caridad.
– En cambio, con pecado mortal no se puede comulgar hasta confesarse.
Hay mucha gente que confunde todo:
unos creen que “da igual” confesar o no; otros piensan que, si no se confiesan justo antes, nunca pueden comulgar, aunque solo tengan pecados veniales.
Nuestra misión aquí es clarificar:
– si hay pecado mortal: confesión antes de comulgar;
– si no lo hay: pueden comulgar, y la confesión frecuente ayuda a perseverar y crecer en gracia.
3) Que la misión termine en la Misa dominical
Tercer punto: si hablamos de Eucaristía, tenemos que terminar hablando del domingo.
El capítulo subraya que la Misa dominical es el lugar donde la comunión se anuncia, se celebra y se cultiva constantemente (cf. EE 41–42).
Entonces, en clave de misión popular:
– Una misión que no termina en la Misa del domingo en la parroquia se queda a medias.
– No basta que la gente venga a las noches de misión; la meta es que vuelva al domingo y se quede.
Aquí cabe la frase del P. Peyton:
«La familia que reza unida, permanece unida».
Podemos aplicarla:
– la familia que se reúne en la Eucaristía, permanece unida;
– la parroquia que se junta en la Misa dominical, permanece viva.
Fruto concreto que deberíamos buscar:
– familias reconciliadas que vuelven juntas a la Misa,
– gente que reordena su domingo en torno a la Eucaristía,
– una parroquia más unida al párroco, al obispo, a la Iglesia entera.
Conclusión
Todo el capítulo se podría resumir así: la Iglesia vive de la Eucaristía y la Eucaristía crea comunión.
Nuestra misión, entonces, no es crear seguidores de un canal o fans de un grupo misionero, sino reconducir a la gente a la comunión eucarística y eclesial: deseo del Sacramento, confesión, Misa dominical.
Pidamos a María Santísima, mujer eucarística, que nos conceda predicar esta misión de tal modo que, cuando nos vayamos, no quede el vacío de “se fueron los misioneros”… sino la presencia más fuerte de Jesús en la Eucaristía y una parroquia más unida en la Misa del domingo.
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