Las tres virtudes que Jesucristo pidió a Santa Faustina Kowalska

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Escribe Santa Faustina en su Diario (1779):

Fin de los ejercicios espirituales; última conversación con el Señor.

Te agradezco, Amor eterno, por Tu inconcebible benevolencia para mí, por ocuparte Tu Mismo directamente de Mi santificación. Hija Mía, que te adornen especialmente tres virtudes; humildad, pureza de intención [y] amor. No hagas nada más, sino lo que exijo de ti y acepta todo lo que te dé Mi mano. Procura vivir en el recogimiento para oír Mi voz que es tan bajita que solo la pueden oír las almas recogidas …

Diario, 1779

Podemos decir algo de cada una de estas virtudes.

Humildad. Es la virtud más importante porque nos hace ubicarnos frente a Dios y al mundo, reconocer quiénes somos y quién es Dios (Cfr. Lucas de San José) y que todo lo que hagamos, aunque sea muy bueno, comparado a Dios, siempre será pequeño. Este es el entendimiento de la humildad para San Juan de la Cruz. La humildad nos hace ver indigentes ante Dios, darnos cuenta de sus palabras: “Sin mí nada podéis hacer”. (Jn 15,5c)

Pureza de intención. La intención son los ojos del alma (Cfr. Alfonso Torres, EE para laicos, 1). Tenemos intenciones que podemos reconocer e incluso decir, pero hay otras intenciones más profundas que usualmente no reconocemos. Esas que están a la base de todo nuestro obrar. Por eso dice Jesús que si nuestros ojos están en tinieblas, entonces toda nuestra alma y nuestro obrar estará en tinieblas (Cfr. Mt 6,22). Porque esas intenciones más profundas son las que guían nuestra vida, son nuestra vida. Por eso nuestra intención no debe dirigirse nunca a nosotros sino a Dios, que es nuestra luz. Con pureza de intención todo será alegría y paz, aún en las más grandes pruebas.

Amor. Amor total en cada obra y que ese amor sea el que nos mueva a hacer lo que sabemos que es voluntad de Dios. Que sea el amor y no el “deber hacer” lo que nos mueva. Es el tratar de aprovechar todas las ocasiones para ser fiel a Dios, sobre todo cuando parezca que no tenemos nada con que avivar ese amor. Teresita le escribió a su hermana Celina diciendo que “cuando no siento nada, cuando soy INCAPAZ de orar y de practicar la virtud, entonces es el momento de buscar pequeñas ocasiones, naderías que agradan a Jesús más que el dominio del mundo incluso que el martirio soportado con generosidad. Por ejemplo, una sonrisa, una palabra amable cuando tenga ganas de callarme o de mostrar un semblante enojado, etc., etc… Tal vez pienses que yo hago eso que digo.  Pues no, no siempre soy fiel.  Pero no me desanimo nunca, me abandono en los brazos de Jesús.[1]

Le pide no cumplir “su voluntad”, sino la de Él y vivir en recogimiento que es “bajita”…


[1] Teresa de Lisieux. Obras Completas,   traducción Manuel Ordóñez Villarroel, OCD (Burgos, España Editorial Monte Carmelo, 2006), Cartas, pp.479-480,  Carta 143 a  Celina, 18 de julio de 1893.

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