La luz brilla en las tinieblas

Tiempo de lectura: 3 min.

Así como el color blanco resalta más cuando el fondo es más oscuro; así la Luz brilla más cuando las tinieblas son más espesas. Por eso las tinieblas odian la Luz, no la reciben porque no es igual a ellas.

Es así con Dios. Mientras la sociedad y los corazones son más ateos, Dios brilla más… y gusta menos.

El odio religioso anticatólico es totalmente normal en un mundo como el nuestro, con gobiernos “inclusivos” que toleran a todos, menos a los “intolerantes” (católicos consecuentes).

La sola presencia de una persona virtuosa es una llamada de atención en un grupo de amigos o en la familia. El solo testimonio católico al dar una respuesta, una opinión o defender una verdad, es ya un motivo para sentirse señalados por la propia conciencia.

Ante todo “contraste” o discusión, recordemos lo que dice St 3, 16—4, 3: “La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.” Venzamos al mal con el bien, no nos dejemos gobernar por nuestras pasiones, sino que nuestra caridad brille más que los argumentos filosóficos o los ataques insidiosos.

Debemos ser fieles a la Verdad y a la Luz hasta la muerte, por eso dice Sabiduría (2,12.17-20): “…veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida”.

Nosotros tenemos quien se ocupe de nosotros, si es que nosotros nos ocupamos de Él. “Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida.”

Si es que al “Hijo del hombre lo entregaron y lo mataron”, ¿podemos esperar menos nosotros? Y si, después de muerto, a los tres días resucitó, ¿no resucitaremos también con Él?

Le ofreceré un sacrificio voluntario, dando gracias a su nombre, que es bueno.


1.       Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría (2,12.17-20):

Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.»

Palabra de Dios

2.      Salmo

Sal 53,3-4.5.6 y 8

R/. El Señor sostiene mi vida

Oh Dios, sálvame por tu nombre,

sal por mí con tu poder.

Oh Dios, escucha mi súplica,

atiende a mis palabras. R/.

Porque unos insolentes se alzan contra mí,

y hombres violentos me persiguen a muerte,

sin tener presente a Dios. R/.

Pero Dios es mi auxilio,

el Señor sostiene mi vida.

Te ofreceré un sacrificio voluntario,

dando gracias a tu nombre, que es bueno. R/.

3.      Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol Santiago (3,16–4,3):

Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.

Palabra de Dios

 

4.      Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,30-37):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.

Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?»

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»

Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»

Palabra del Señor

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