¿Con qué poder expulsa Jesús los demonios?

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Jesús les manda con el poder de Dios. Principados y potestades en el Nuevo Testamento. Heinrich Schlier. IVE Press, 2012. (Págs. 105-107)

Dejando de lado este particular relato y mirando de nuevo a la tradición en su conjunto, podemos preguntarnos con qué poder Jesús comanda. El evangelista Lucas, que refiere la misma narración que Marcos, al final de su narración relata que los espectadores se hacían esta pregunta: «¿Qué palabra es ésta, ya que él manda con autoridad y poder (εν εξουσια και δυναμει – en exousia kai dunamei) a los espíritus inmundos y ellos salen» (4,36).

La tradición evangélica nos permite conocer que se trata de la palabra del poder de Dios, que Jesús ejerce en su palabra. Lucas refiere en otro lugar una palabra[1] de Jesús, en la que dice que él «expulsa los demonios con el dedo de Dios» (11 ,20). Mateo dice: «en el espíritu de Dios» (12,28). Pero ¿en qué manera actúa Jesús en su potente palabra el poder de Dios que expulsa los demonios, el Espíritu de Dios que margina a los demonios? La respuesta es: en la manera en que él la recibe de Dios y la asume, y la hace eficazmente poderosa por medio de la oración y de la obediencia a Dios que brotan de su total sumisión a Él. «Todo es posible al que cree». «Esta clase (de demonios) con nada puede ser arroja da sino con la oración» (Mc 9,23.29).

En la obediencia a Dios, que significa al mismo tiempo abnegación por los hombres, se manifiesta totalmente el fundamento del poder que hace ceder a los demonios. Se trata siempre de la obediencia, que por amor de Dios tiene misericordia de los hombres y los conserva en el amor. «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de sop01taros?» (Mc 9,19). Esto es lo que tiene en mente Mateo cuando en 8,16ss relata lo siguiente, añadiendo su reflexión: “Al atardecer le trajeron muchos endemoniados; él los expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades. O sea, los demonios huyen ante quien con su palabra de mando los pone al descubierto y los comanda, aquel que había sido anunciado como Siervo de Dios carga sobre sí las consecuencias del obrar diabólico, consideradas como debilidad y enfermedad de los hombres, y las asume en su pasión.

El poder del mal, la esencia del propio poder, el dominio destructor del auto-señorío del espíritu: todo esto también se disuelve y desaparece por la palabra de comando de los que obedecen a Dios. También a estas esencias, por amor de los hombres, las ha tomado y cargado sobre sí el amor de Jesús.

Comentario del P. Carlos Buela:

[Hemos visto caer en instantes el poder más diabólico que haya existido jamás en el mundo: el marxismo-leninista. Veremos caer el liberalismo, el relativismo, la cristofobia, los lobbies – gay, mediático, laicista, narco, armamentista, financiero del «imperialismo internacional del dinero»[2], antinatalista, neo-con, new age, y todo poder al margen de Dios, cualquiera sea el nombre que lleve … -, los carteles, las mafias, el terrorismo, el Anticristo con su poder infernal… Porque ahora en Jesucristo está roto el poder interior de estos poderes, del cual ellos viven y el cual ejercitan: muerte, y sus adjuntos, la tentación, el pecado, el terror, el odio, la rabia, la mentira …

Con la destrucción de la muerte, por la cruz y la resurrección, el poder de los poderes -el más grande que nos podamos imaginar- es un vacío, una inanidad, una burbuja, una tela de araña. A los hombres mundanos sólo les queda la ilusión de poder y la ficción de poder. Sólo tienen un poder light, virtual, fantasma. Son poderes zombis (= cadáveres vivientes) . Tienen, como dicen algunos, el «síndrome del pollo decapitado», que sigue dando vueltas como loco (debido a la preservación de sus reflejos neuronales innatos) hasta que se desploma … Esto que vale para los pueblos y las civilizaciones, para las naciones y el planeta, para las ideologías y la propaganda, vale también para el individuo, las familias, las comunidades civiles y religiosas. Un padre o un esposo que obra como autónomo de Dios; un superior que cree que su poder está a su propio servicio; un párroco que no obra en su gobierno tendiendo en todas las cosas a Dios … (fácilmente se pueden seguir poniendo ejemplos), por usar de sus poderes independientemente de Dios, está despojado, de hecho, de los mismos al perder -al menos-autoridad moral.]


[1] Cfr. Lc 9,43: Y todos quedaban atónitos ante la grandeza de Dios. Y maravillándose todos por todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos.

[2] Pío XI, Carta encíclica, “Quadragesimo Anno” (15 de mayo de 1931) 109; cfr. San JUAN XXIII Carta Encíclica “Mater et Magistra” (15 de mayo de 1961) 28; SAN JUAN PABLO II, Carta Encíclica “Sollicitudo rei socialis” (30 de diciembre de 1987) 37.

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