Preparar el camino al Señor

Antes, cuando un rey anunciaba que iba a visitar una ciudad, no aparecía de pronto. Días antes llegaban los pregoneros, atravesaban plazas y calles gritando la noticia y leyendo el mensaje real en cada plaza. Pero, sobre todo, movían a la gente a trabajar. Eso recuerda Mons. Straubinger comentando el Evangelio de hoy.

Había que arreglar los caminos, rellenar baches, sacar las piedras, reparar puentes, limpiar las entradas de la ciudad, colgar estandartes. Porque un camino descuidado era casi una ofensa al rey: el estado del camino mostraba el respeto por la persona que iba a pasar por allí.

Por eso la Biblia dice: «Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas» (Is 40). Hoy, como esos pregoneros, la Palabra de Dios viene a decirnos que, si el Rey de reyes, Jesucristo, se acerca ahora en Navidad, no podemos dejar el corazón lleno de obstáculos. Hay que dejar que su gracia quite piedras, rellene huecos, allane lo que está torcido (cf. Is 40,3).


1. «Que los valles se levanten»

Dice Isaías: «Que los valles se levanten…». Un valle es una zona hundida, en depresión. Allanar la calzada para el Señor, en tu alma, es levantar lo que está por el suelo.

Puede ser, por ejemplo, tu oración personal. Tal vez este año ha sido muy pobre, estás en déficit y lo sabes. Pues en este Adviento hay que levantar ese valle: retomar un rato de oración diaria, volver al trato sincero con Dios, aunque sea sencillo, pero real.


2. «Que los montes y colinas se abajen»

Luego dice: «…que los montes y colinas se abajen». Eso es lo que está demasiado alto por exceso.

Ahí entra nuestra vanidad: la necesidad de quedar bien, de buscar aprobación, de estar pendiente de cuántos “me gusta” tengo; la soberbia, el orgullo.
Esos montes hay que bajarlos con humildad: reconocer la verdad de lo que somos delante de Dios, dejar de mirarnos tanto, aceptar correcciones, agradecer en vez de buscarnos en todo.


3. «Que lo torcido se enderece»

Añade el profeta: «Que lo torcido se enderece».

¿Qué está torcido en tu vida?
Puede ser, por ejemplo, tu horario; sobre todo, el uso del celular. Quizá te gobierna el celular: entras sin medida, pierdes tiempo, te dispersas, te lastimas el alma con contenidos que no ayudan.

Eso se endereza con templanza: ponerte un horario, decidir en qué momentos sí y en cuáles no, cumplirlo al menos en estos días que quedan para Navidad. No se trata solo de “usar menos”, sino de usarlo bien.


4. «Que lo escabroso se iguale»

Finalmente dice: «que lo escabroso se iguale». Un terreno escabroso, lleno de piedras y desniveles, hace difícil caminar; uno se tuerce los tobillos.

En el alma, esas piedras pueden ser pecados graves que están ahí como rocas filudas e impiden que Jesús pueda transitar. Él quiere pasar por tu corazón, pero te pide tu colaboración por medio de la penitencia.

Ponerse “a raya” significa negarse algo:
– tal vez una serie,
– una comida que te gusta,
– mirar el celular apenas tienes ganas.

Puedes decir: “Hoy me voy a demorar diez minutos en verlo”, “esto no lo voy a comer”, “voy a ofrecer esto por tal persona”. Esa pequeña penitencia va igualando el terreno interior.


Conclusión

Así se prepara el camino del Señor:

  • que los valles se levanten (mi oración),
  • que los montes se abajen (mi soberbia),
  • que lo torcido se enderece (mi uso del tiempo, del celular),
  • que lo escabroso se iguale (mis pecados, con penitencia y conversión).

Jesús quiere encontrar esta Navidad un alma dispuesta, por donde Él pueda pasar y obrar como quiere. Que no se pierda ninguno de estos pequeños actos de amor, como dice el Evangelio, que no se pierda uno solo de estos pequeños a los ojos de nuestro Padre.

Pidamos a María Santísima, la Inmaculada, que tuvo su alma como una carretera limpia por donde Dios pasaba y el Espíritu Santo la llenaba, que nos ayude a preparar el camino del Señor en nuestro corazón.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


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