El camino para recuperar la paz es la humildad

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“No pierdan la paz”… La verdad Señor es que sí la perdemos muchas veces… la perdemos cuando pensamos que estamos perdidos, sin saber a dónde ir, sin saber qué camino seguir, ni de qué modo hacerlo. ¿Cómo recuperarla?

¿Cómo perdemos la paz?

Veamos, si uno quiere llegar a la meta de una peregrinación, debe hacer dos cosas: seguir el camino adecuado y marcar un paso firme. La meta de nuestra peregrinación terrestre es la Vida Eterna. Por lo tanto, debemos seguir el único camino, que es Cristo. Y seguirlo con paso firme, es decir, andando en Verdad. Ya que él mismo nos dice “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

¿A qué se refiere “andar en verdad”? Santa Teresa lo escribe en Las moradas (6,10,7): “la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira”. Ser humilde es reconocer quién eres frente a Dios: nada. Por supuesto que eres su Hijo, y por ti el Dios humando, Cristo, dio su vida… pero sin Dios, eres nada. “Sin mí nada podéis hacer”, dijo Jesús. Y no dijo “sin mí podéis hacer un poquito”… dijo “nada”. Y “nada”, es “nada”. Es decir, para caminar por esta vida terrena, hasta la Vida Divina, debemos andar con humildad, siendo conscientes de nuestra dependencia absoluta de Dios, de su poder, amor y misericordia. Cuando olvidamos esto, andamos en mentira y la soberbia nos carcome el alma. Es allí como perdemos la paz… por un olvido de quién eres.

A veces voluntario, a veces involuntario.

¿Cómo recuperar la paz?

En resumen: ordenando tu voluntad a Dios. Ese es el concepto de paz que tenemos. San Agustín decía “la paz es la tranquilidad del orden”. No solo es tranquilidad, sino que para ser verdadera paz, debe ser efecto del orden. Principalmente, el orden hacia Dios. Es decir, el orden de quién eres y qué debes hacer en relación a Dios.

Para recuperar la paz, recupera el orden a Dios entregándole tu voluntad y tus preocupaciones. Esto es ya un acto de humildad, y un gran paso para andar en verdad por ese Camino de Cristo. Que siempre será un camino de entrega total, cada uno según su vocación.

Así dice Santa Margarita de Alacoque: “Por encima de todo, conservad la paz del corazón, que es el mayor tesoro. Para conservarla, nada ayuda tanto como el renunciar a la propia voluntad y poner la voluntad del corazón divino en lugar de la nuestra (SANTA MARGARITA Ma ALACOQUE, Cartas, 1. c., t. 2, p. 321). Y ponerla, como esa viuda puso las dos moneditas, ponerla según tus posibilidades. Por eso dice San Pedro de Alcántara: “Mucho hace a los ojos de Dios quien hace todo lo que puede, aunque pueda poco”. (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de la oración y meditación, Il, I, aviso 1 °).

De a pocos. San José María escribía: “Ese modo sobrenatural de proceder es una verdadera táctica militar.—Sostienes la guerra—las luchas diarias de tu vida interior—en posiciones que colocas lejos de los muros capitales de tu fortaleza. Y el enemigo acude allí: a tu pequeña mortificación, a tu oración habitual, a tu trabajo ordenado, a tu plan de vida; y es difícil que llegue a acercarse hasta los torreones, flacos para el asalto, de tu castillo.—Y si llega, llega sin eficacia (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, n. 307).

Recuperemos el reino de Cristo en nuestras vidas para que cada uno de nuestros actos diarios estén ordenados a Dios a través de la humildad, así es como podremos recuperar la paz e instaurarla en nuestras familias. Esta es una paz que el mundo no conoce.

Que nuestro lema sea el de la cristiandad: Pax Christi in regno Christi.

Reina tú María.

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