El gran milagro de María durante la Pasión

Celebramos a la Virgen de la Medalla Milagrosa.

¿Cuál fue el milagro más grande de María?
No fue una curación espectacular ni un prodigio visible. El milagro más grande fue “estar”: estar de pie al pie de la Cruz, en el momento en que su Hijo sufría más. Una madre, frente al suplicio de su Hijo… y permanece. Ese es su gran milagro.

Ese es el don que hoy necesitamos pedir, en este tiempo de calamidades, de confusión, de “fosa de los leones” como Daniel: la gracia de permanecer donde Dios nos ha puesto. No huir del lugar de la Cruz.

Pero, ¿qué hizo posible que María permaneciera? La confianza absoluta en Dios.
Lo mismo Daniel en el foso: “Mi Dios envió a su ángel para cerrar la boca de los leones y no me han hecho ningún daño, porque he sido hallado inocente ante Él” (cf. Dn 6).

Confianza e inocencia de conciencia: esas dos cosas nos sostienen.

Por eso hoy conviene examinarnos.
¿Mi conciencia es delicada, o me he acostumbrado a pequeñas infidelidades?
¿Hay algo que, delante de Dios, sé que está mal y lo dejo pasar?
El refrán lo dice claro: “El que nada debe, nada teme”. El que se esfuerza por tener la conciencia limpia, puede confiar de verdad en que Dios lo sostendrá en la prueba.

Y si hay algo que más acusa la conciencia, suele ser la falta de caridad en la vida cotidiana. La caridad es el vínculo que nos une con Dios, la prueba concreta del amor que le tenemos. Ahí se juega nuestra inocencia real: en cómo tratamos a las que tenemos al lado.

Al pie de la Cruz, María “stabat” —estaba de pie—. Exteriormente no cambia nada: Jesús sigue clavado, sigue agonizando, los enemigos parecen vencedores. Pero para el Corazón de Cristo, la simple permanencia de su Madre es un bálsamo. Sus miradas se encuentran… y sin palabras se dicen todo.

Pidamos a la Virgen ese milagro: permanecer donde Dios nos ha puesto; mantener la conciencia limpia; esforzarnos en la caridad entre nosotros, que somos los más «prójimos».

Así podremos confiar de verdad en Dios y esperar, al pie de la Cruz, el desenlace que Él quiera: la liberación, la resurrección, y estar finalmente junto a Él. Que María nos obtenga esta gracia.


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