La única manera de perseverar en el camino de santidad es haber visto a Jesús.
Vamos a graficarlo con una historia. Imagina que nos vamos a cazar liebres. Llevamos un montón de esos perros hermosos y delgados que corren rapidísimo: los galgos, entrenados para la caza. De pronto, uno de ellos ve la liebre y sale corriendo muy rápido. Todos los demás salen detrás de él. Pero el camino es difícil: hay muchos árboles, ramas, piedras por todas partes, y entonces nuestros perros se van cansando y van jadeando más. Poco a poco van volviendo, uno tras otro, excepto uno: el que había visto efectivamente la liebre. Todos los otros habían corrido solo porque corrió el primero.
Por eso, hay que ver a Jesús para poder continuar, para poder perseverar en medio de todas las cosas hermosas y de las cruces bellísimas que Dios nos pone. Tenemos que remontar, sobre todo, las dificultades que nos pone nuestra propia soberbia.
La ceguera de nuestra “chata virtud”
En esto, hay que seguir el ejemplo de Zaqueo de tres maneras bien sencillas. Primero, tenemos que sobreponernos a nuestra “chata virtud”. Nos damos cuenta de que nos falta virtud: falta paciencia, falta prudencia, falta delicadeza. Lo vemos, lo constatamos, pero muchas veces nos quedamos ahí.
Segundo, debemos sobreponernos a los respetos humanos. A Zaqueo no le importó lo que dijeran los demás. Buscó los medios para poder ver a Jesús: a pesar de su poca virtud, a pesar de lo que decían los demás, se subió al sicómoro.
Tercero, hay que remontar a pesar de nuestros pecados. ¡Cuánto le pesaban a Zaqueo los pecados que había cometido! Sabía que era un traidor. Sin embargo, no se amilanó y buscó ver a Jesús. En esto, Zaqueo es un buen ejemplo.
Jesús que mira y quiere entrar en nuestra casa
Después de todo, Cristo está siempre dispuesto a mirarnos, porque Él sabe dónde estamos y quiere entrar en nuestra casa. Está dispuesto a mirarnos siempre; sabe dónde estamos, incluso si estamos escondidos. Como dice el salmo: «Si llego hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu diestra» (cf. Sal 139[138],9-10) (verificar cita). Y quiere entrar en nuestra casa aunque no esté del todo arreglada. Quiere estar contigo, te llama por tu nombre.
Por eso les dejo tres medios, que pueden ayudar para poder ver a Jesús. La idea es esta: querer ver a Jesús y poner todos los medios para verlo, y así perseverar.
Tres medios para seguir viendo a Jesús
El primer medio es la lectura espiritual. Es básica para poder tener nuevas ideas, nuevos sentimientos, para refrescar el alma. Sin lectura espiritual nuestra mirada se apaga.
El segundo medio es rectificar la intención. Preguntarnos: “¿Estoy persiguiendo de verdad a la liebre? ¿He visto a Jesús y quiero ir con Él, o solo voy con los demás?”. No quiero correr porque corran las demás personas; quiero correr y pelear el buen combate porque he visto la belleza de Cristo (cf. 2 Tim 4,7).
El tercer medio es tratar de hacer hoy un acto de virtud un poco más intenso que ayer, aunque sea un poquito más. Si estás trabajando, por ejemplo, la paciencia, prográmate en la mañana para que hoy practiques concretamente ese acto de paciencia, con esa persona y en ese momento que tú sabes que va a llegar.
De lo contrario, no vamos a avanzar en la virtud y no vamos a ver a Jesús. Por eso, renovemos hoy nuestro encuentro personal con Cristo, ese encuentro que todos hemos tenido, y pidamos poder renovar esa visión de Cristo. Así vamos a poder seguir corriendo, seguir buscándolo, y Él nos dará la recompensa de encontrarlo en la vida eterna.
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